8 de agosto. Una fecha marcada en el calendario de cualquier aficionado del Espanyol desde hace cinco años. Una semana después de inaugurar –además como capitán– el estadio de Cornellà-El Prat (ahora Power 8 Stadium), Dani Jarque sufrió un infarto a los 26 años que lo dejó sin vida.
Pocos jugadores había como él. No solo era un buen defensa, sino que era una gran persona. Las reacciones de sus compañeros de equipo y de profesión no se hicieron esperar. Aficionados y directivos acudían sin importar los colores a la puerta 21 de ese estadio que seis días antes estrenaba ante el Liverpool de Rafa Benítez.
Los seguidores del Espanyol pasaron de la alegría que supuso el estreno del nuevo hogar a la tristeza por la pérdida de su capitán y, además, un perico de nacimiento. Los jugadores son profesionales y muchos no sienten los colores: solamente buscan conseguir el máximo dinero posible durante su corta carrera para cuando llegue el momento de retirarse no pasen apuros. Jarque no era de estos, y he aquí un ejemplo: cuando en el año 2006 el Espanyol se salvó gracias a un gol de su gran amigo Coro –compartían habitación en los desplazamientos y fue quien le encontró sin vida– en el minuto 92, el malogrado capitán lloraba. Literalmente: jugaba el partido con lágrimas en los ojos porque veía que el club de sus amores se iba a Segunda.
Ya ha pasado un lustro desde que nos dejó y, a pesar de que para medios de comunicación como La Vanguardia o Deportes Cuatro ya ha caído en el olvido, para los aficionados al fútbol de verdad siempre seguirá presente. Su afición seguirá recordándolo en cada minuto 21. Uno nunca se va del todo si no cae en el olvido y, sinceramente, entre los gestos de la afición del Espanyol y la dedicatoria de Iniesta, va a ser difícil.
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